Tuesday, October 4, 2011

Los Hipsters y la madre que los parió



Oh, amigos, pensé que nunca volvería a escribir en este blog, pero la justicia y la necesidad de recobrar el equilibrio universal me ha superado. No hablo de los indignados, ni de el invento herético de la crisis económica, ni de bodas de octogenarias, para nada, me ocupa un asunto mucho más turbio, y tengo encomendada una tarea mucho más sucia y desagradable; descubrir al mundo que l los Hipsters son LO PEOR.

Y algunos diréis... ¿Hipsters? Amigos hispanohablantes sin FCE, generación de la LOE, o southern rednecks de Caravaca, quizás no sabéis qué quiero decir, pero seguro que me entenderéis cuando uso un término que en este nuestro idioma de Cervantes nos llena la boca con su sonoridad: GAFAPASTA. Hipster es, a grandes rasgos -con sus matices, todo hay que decirlo- lo mismo que un gafapasta.
Pero obviaré esta traducción, pues como fórmula mágica del estilo TETRAGAMATON o ABRACADABRA, el término GAFAPASTA solo debiera ser empleado en cónclaves secretos para maldecir o invocar a un Hipster contra su voluntad, así que a partir de ahora usaré el anglicismo, que es más corto y menos poderoso.

Cómo detectarlos

Un hipster no tiene un buen método de incógnito, a diferencia de nuestros amados y ya casi desaparecidos góticos. De hecho, se dice por ahí que los góticos aún existen, pero que muchos murieron en un alud que hubo en una Disney Store cuando traían una nueva remesa de bolsos de Pesadilla Antes de Navidad. Los pocos que quedan se camuflan entre los vendedores de latas de la calle.

Pero el hipster es distinto. Si tú, lector, vives en un pueblo o en una ciudad de menos de 20.000 habitantes, puedes estar tranquilo porque, sinceramente, dudo horrores que un hipster soportara el rollo rural o la ausencia de un Starbucks en un radio de 10 km. Pudiera ser que lo vieses, de forma muy excepcional, andando hacia el autobús, porque de todos es sabido que un hipster NO CONDUCE, pues no puede ver porque lleva gafas que no necesita, y eso choca con cualquier permiso expedido por la jefatura de tráfico real, (no aplicable en Hipsterlandia).

Pero si por desgracia para ti vives en una ciudad de más de 30.000 habitantes los verás tarde o temprano, no te queda otra. Si te gustan las emociones fuertes y quieres arriesgarte, cual Frank de la Jungla entre pulgas o Jacques Costeau entre ballenas jorobadas, encontrarás hipsters si acudes a un Fnac -cualquiera valdrá- o a un museo de arte contemporáneo. Allí los verás confiados de su presencia y su poder maligno, con su Moleskine de los cojones apuntando títulos para luego pasarlos a su iPhone, con lo que se deduce que esta gente acumula soportes escritos por gusto. También podrás verlos, en un H&M o en una tienda de ropa usada o una librería de viejo. Allí su presencia es más sutil, hacen como si no estuvieran, porque no quieren que sepas de dónde sacan su estética, siempre tan original e inimitable. Los puntos a detectar son más que obvios:

Las 'gafas-de-p****'

No lo diré, porque, como ya sabéis, no hay que tentar a la suerte. Pero ahí están esos apéndices faciales que parecen pegados con Super-Glue, impasibles al paso del tiempo, del polvo y la suciedad. La mayoría de hipsters antes de llevar gafas tenían una visión perfecta, pero a base de destrozársela poniéndose cristales lupa se han vuelto colegas de DareDevil. De hecho, hay una leyenda en Tallahassee, FL, que dice que el primer hipster era ciego, y que por eso le gustaba el arte abstracto, por lo que para hacerse hipster -o para entender el arte abstracto- tienes que destrozarte los ojos. Y hasta que no inventen los parches de ojos con logos de bandas indie-estúpidas sólo pueden optar a las gafas feas.

Los malditos tejanos caídos pero agarrados como un parásito

El poder ideológico de los hipsters es tal que ahora, cuando quieres comprar tejanos normales, no hay. No sé si lo habéis notado, pero todo parece hecho mal, como si el modelo que hubieran usado para hacer los tejanos tuviera un culo enorme y piernas de heroinómano. Eso ni Gary Glitter lo entendería, y hablo de un señor que vestía con lentejuelas rosas.


Ese puntillo 'emo', tan desagradable...

No pueden esconderlo, muchos de ellos lo intentan, pero es de conocimiento popular que muchos hipsters empezaron siendo emos, y que por presión familiar dejaron de vestir de negro e incorporaron camisetas de color azul cielo y se recortaron el flequillo una media de 2'5cm, porque, ¿me diréis que no veis las similitudes? Si hasta sus auriculares monster-truck son iguales!


El supuesto anti-mainstream

Una de las cosas de las que se jactan los hipsters es de saber cosas que nadie sabe, de ser más underground que el magma volcánico y de despreciar aquello que suele ser popular. Curiosa afición esta, en la era en la que la señora Wikipedia, el maese Google y el santo patrón del Facebook nos nutre de cosas aparentemente desconocidas, que... pasan a ser... ¡exacto!, conocidas.
Entonces, lo que parecía ser una afirmación filosófica-espiritual se convierte en un deje cómico y estúpido, y al final, una mentira que ellos se creen ara justificar sus tendencias emo de incomprensión. Cuando, en realidad incluso ellos mismos saben que escuchan Coldplay, ven el CSI (cuando no ven otros programas aún más temibles de Telecinco) y que les encanta la tortilla de patatas con cebolla, por mucho que se empeñen en comer cosas germinadas o con nombres psicotrópicos.


Mi mensaje final:


1 comment:

  1. Muy buena critica ,no habìa en contrado algo parecido.

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