Oh, amigos, pensé que nunca volvería
a escribir en este blog, pero la justicia y la necesidad de recobrar
el equilibrio universal me ha superado. No hablo de los indignados,
ni de el invento herético de la crisis económica, ni de bodas de
octogenarias, para nada, me ocupa un asunto mucho más turbio, y
tengo encomendada una tarea mucho más sucia y desagradable;
descubrir al mundo que l los Hipsters son LO PEOR.
Y algunos diréis... ¿Hipsters? Amigos
hispanohablantes sin FCE, generación de la LOE, o southern rednecks
de Caravaca, quizás no sabéis qué quiero decir, pero seguro que me
entenderéis cuando uso un término que en este nuestro idioma de
Cervantes nos llena la boca con su sonoridad: GAFAPASTA. Hipster es,
a grandes rasgos -con sus matices, todo hay que decirlo- lo mismo que
un gafapasta.
Pero obviaré esta traducción, pues
como fórmula mágica del estilo TETRAGAMATON o ABRACADABRA, el
término GAFAPASTA solo debiera ser empleado en cónclaves secretos
para maldecir o invocar a un Hipster contra su voluntad, así que a
partir de ahora usaré el anglicismo, que es más corto y menos
poderoso.
Cómo detectarlos
Un hipster no tiene un buen método de
incógnito, a diferencia de nuestros amados y ya casi desaparecidos
góticos. De hecho, se dice por ahí que los góticos aún existen,
pero que muchos murieron en un alud que hubo en una Disney Store
cuando traían una nueva remesa de bolsos de Pesadilla Antes de
Navidad. Los pocos que quedan se camuflan entre los vendedores de
latas de la calle.
Pero el hipster es distinto. Si tú,
lector, vives en un pueblo o en una ciudad de menos de 20.000
habitantes, puedes estar tranquilo porque, sinceramente, dudo
horrores que un hipster soportara el rollo rural o la ausencia de un
Starbucks en un radio de 10 km. Pudiera ser que lo vieses, de forma
muy excepcional, andando hacia el autobús, porque de todos es sabido
que un hipster NO CONDUCE, pues no puede ver porque lleva gafas que
no necesita, y eso choca con cualquier permiso expedido por la
jefatura de tráfico real, (no aplicable en Hipsterlandia).
Pero si por desgracia para ti vives en
una ciudad de más de 30.000 habitantes los verás tarde o temprano,
no te queda otra. Si te gustan las emociones fuertes y quieres
arriesgarte, cual Frank de la Jungla entre pulgas o Jacques Costeau
entre ballenas jorobadas, encontrarás hipsters si acudes a un Fnac
-cualquiera valdrá- o a un museo de arte contemporáneo. Allí los
verás confiados de su presencia y su poder maligno, con su Moleskine
de los cojones apuntando títulos para luego pasarlos a su iPhone,
con lo que se deduce que esta gente acumula soportes escritos por
gusto. También podrás verlos, en un H&M o en una tienda de ropa
usada o una librería de viejo. Allí su presencia es más sutil,
hacen como si no estuvieran, porque no quieren que sepas de dónde
sacan su estética, siempre tan original e inimitable. Los puntos a detectar son más que
obvios:
Las 'gafas-de-p****'
No lo diré,
porque, como ya sabéis, no hay que tentar a la suerte. Pero ahí
están esos apéndices faciales que parecen pegados con Super-Glue,
impasibles al paso del tiempo, del polvo y la suciedad. La mayoría
de hipsters antes de llevar gafas tenían una visión perfecta, pero
a base de destrozársela poniéndose cristales lupa se han vuelto
colegas de DareDevil. De hecho, hay una leyenda en Tallahassee, FL,
que dice que el primer hipster era ciego, y que por eso le gustaba el
arte abstracto, por lo que para hacerse hipster -o para entender el
arte abstracto- tienes que destrozarte los ojos. Y hasta que no
inventen los parches de ojos con logos de bandas indie-estúpidas
sólo pueden optar a las gafas feas.
Los malditos tejanos caídos pero
agarrados como un parásito
El poder ideológico de los hipsters es
tal que ahora, cuando quieres comprar tejanos normales, no hay. No sé
si lo habéis notado, pero todo parece hecho mal, como si el modelo
que hubieran usado para hacer los tejanos tuviera un culo enorme y
piernas de heroinómano. Eso ni Gary Glitter lo entendería, y hablo
de un señor que vestía con lentejuelas rosas.
Ese puntillo 'emo', tan desagradable...
No pueden esconderlo, muchos de ellos
lo intentan, pero es de conocimiento popular que muchos hipsters
empezaron siendo emos, y que por presión familiar dejaron de vestir
de negro e incorporaron camisetas de color azul cielo y se recortaron
el flequillo una media de 2'5cm, porque, ¿me diréis que no veis las
similitudes? Si hasta sus auriculares monster-truck son iguales!
El supuesto anti-mainstream
Una de las cosas de las que se jactan
los hipsters es de saber cosas que nadie sabe, de ser más
underground que el magma volcánico y de despreciar aquello que suele
ser popular. Curiosa afición esta, en la era en la que la señora
Wikipedia, el maese Google y el santo patrón del Facebook nos nutre
de cosas aparentemente desconocidas, que... pasan a ser... ¡exacto!,
conocidas.
Entonces, lo que parecía ser una
afirmación filosófica-espiritual se convierte en un deje cómico y
estúpido, y al final, una mentira que ellos se creen ara justificar
sus tendencias emo de incomprensión. Cuando, en realidad incluso
ellos mismos saben que escuchan Coldplay, ven el CSI (cuando no ven
otros programas aún más temibles de Telecinco) y que les encanta la
tortilla de patatas con cebolla, por mucho que se empeñen en comer
cosas germinadas o con nombres psicotrópicos.
Mi mensaje final: